Desde hace varias décadas, Medellín es una ciudad permeada por distintas dinámicas de inseguridad y violencia. Habitar la ciudad, con la paz como proyecto de vida, es un acto de resistencia cimentado en la no violencia. La construcción de paz parte de una transformación cultural que permea la cotidianidad, es una práctica política que se configura en la apertura de lo público, pero que también se materializa en el calor de la intimidad, como diría el profesor Pablo Bedoya: "si lo personal es político, habrá que hacer de la vida un acto creativo”.